FUERA DE LA TIERRA
Cada día nos llega tu pregunta,
incesante, cansada, con la blanca verdad
que solo da la espuma.
Del horizonte vienes moribundo,
depositas fracciones de tu cuerpo
para formar pisadas.
Y borras los escritos. Te preguntas
si existen manantiales suficientes
para formar orillas,
si este espacio que ocupas
pronto será la tierra que perdimos.
Si encontrarás alguna alternativa a la escritura
para poder hablarnos.
Disimuladamente,
para dejar sitio al cangrejo te recoges,
y silencioso llenas nuevamente
el sonido a la roca.
No existe más dolor para una herida
que esta sal que remueve tu abanico.
Y entonces te dilatas y sucede,
rebeliones de aire
que primero estuvieron de pie para ser nube.
Un segundo de espacio
que riza los cabellos, se nos tumba tu hálito,
vestido de humedades,
para dar recompensa al epitelio.
Nos escondes tu olor bajo la ropa
hambrienta de cuaresma, sin censuras
como una puerta abierta de lejanía azul.
Si movemos los brazos nos araña
tu escama evaporada,
arañazos de historia condenados
a ser siempre presente.
Son millones de impactos que han dejado en la arena
una palabra grave que se arrastra,
derramando en el viento sus gotas de sigilo.
Nos deja la impotencia del gruñido, otras veces
el roce de las sábanas y siempre
la batida de aire en tus espigas.
Algo te pertenece de mi abrazo
cuando imito el espacio entre tus manos.
Mis ojos, aprendieron de ti el alejamiento.
Algo te pertenece de la huella
porque eres el origen de mi especie.
El rumor de los puertos
siempre ha querido ser pájaro en vilo,
recados del silencio más profundo
como pompas que aún nos desconocen,
porque si estás aquí
nunca es suicidio el lance del arroyo
y en la lluvia la espera no es amarga
Hoy viniste a quedarte para llenar recuerdos:
una duda de luz
entre mi vientre y el arco de su espalda,
el agua que se empuja para poder juntarnos
y aquella sensación que bordea las ganas
de ser un universo.
Y una huida. Quedaba algún invierno
para ver al deseo cara cara. Una huida
que me dejó mi mano agarrada a tu arena
al tiempo que septiembre guardaba las hamacas.
Si me acerco me hueles a las primeras veces,
al tiempo retenido entre la primavera y el otoño.
Me sumerjo y me lleno del aire que te sobra.
Aguanto tus efectos sobre la gravedad
hasta sentir que el mundo se me invierte.
Me obligas a mirar de nuevo al cielo
y es libertad la paz de la gaviota.
Nada se determina en un suspiro,
pero yo sé que tú comienzas tu caricia
con un abrazo inmenso que se ablanda,
comienzas a quererme
desde los arrumacos que me quedan,
para salvarme nuevamente,
tan lejano que pierdes la distancia
y el ruido es el final que prometiste al agua.
JULIÁN ÁNGEL BASCO LÓPEZ
Entrega el Diploma Carmen Sampedro, Presidenta de Manantial
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